El aire de la mañna
trae nubes y silencio
su sombría presencia
de náyade,
deja huellas sin dormir.
Los ojos , el cuello, los dedos
son de bello mármol.
Su mueca de dolor,
la hace humana,
pero no es más
que una invención de robles.
Su corazón se ha perdido
en el arroyo,
ha dejado una ola de estío.
Las semillas y las hojas miran
los astros.
Como Menfhis y Saturno,
su destino
son los astros
y su callado vacío.
Nina salinas
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