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domingo, 25 de octubre de 2009

Los pensamientos de Víctor Jara horas antes de ser asesinado.
Caí preso el día 12 de Septiembre de 1973, fue una patrulla militar que, por estar todo el país en toque de queda, detenía a todos los que nos encontraban en la calle y nos llevaron al regimiento Tacna, donde un lugar cerca del estacionamiento de los camiones tenían a un grupo de detenidos boca bajo en el piso y con las manos en la nuca.
El oficial a cargo del camión en el cuál nosotros estábamos también boca abajo y también con las manos en la nuca, incluso las mujeres y niños, pregunto sobre esos detenidos, alguien le respondió que eran los detenidos de La Moneda, logré mirar hacia ese lugar y habían dos soldados al lado de cada uno de los detenidos.
En este lugar no nos recibieron y nos llevaron al Estadio Chile donde habían muchos detenidos, los cuales eran calificados de peligrosos debido al lugar de detención, que eran los locales de partidos políticos, universidades, sindicatos, fábricas, etc. Nosotros por ser solo toque de queda, no éramos de peligro y nos entraron sin quitarnos el carnet de identidad.
Ya instalados en la cancha del estadio, empecé a reconocer gente y a murmurar con ellos lo que nos pasaría, sobre quienes estaban en otros lugares del estadio, uno de ellos era Víctor Jara que había sido aislado en un pasillo.
El día 14 ya tarde y recorriendo algunas partes del estadio, confiado en nuestra carta de detención por toque de queda y no por razones políticas me asomé al pasillo donde estaba Víctor a quien yo conocía de antes y me acerqué.
En este lugar habló sobre el oficial a cargo del campo de concentración, que lo reconoció de entre los detenidos de la UTE, fue este quien lo aisló, llevándolo a este pasillo en medio de golpes, insultos y amenazas macabras que se convertirían en realidad en pocas horas.
Víctor se daba cuenta de su situación, no solo por las amenazas brutales del oficial a cargo, sino también por el carácter del golpe, entendió en este lugar que se venía una larga dictadura, no creyó en el rumor sobre el general Prat y dijo algo que me pareció de una gran claridad política, “para detener lo que Chile ha vivido con Allende, se necesita una dictadura fascista, no es suficiente un gorila tradicional”. Habló sobre el discurso de Allende, “es increíble que en medio de una situación de guerra, Allende entregue un mensaje con tanto contenido moral y ético a nuestro país”, le conmovió la muerte de Allende, en esos instantes casi lloró.
En medio de un cambio acelerado de ideas, hay que entender que conversábamos bajo una alta presión, estaba en Víctor una preocupación central, su familia, eso sí que le hizo llorar por algunos instantes, es que también por ellos tenía miedo y casi me acuerdo de una frase “no quiero dejar de verlas”, “si sales luego, llama a Joan al número tanto y avísale donde está la Renoleta, dile que estoy bien, no le digas nada de los golpes, no quiero que sepan esto”. La llamada se hizo en los términos solicitados sin decir nada más que lo que me pidió Víctor. Creía que Joan podría ser detenida, pensaba que la embajada inglesa no la defendería, tenía el convencimiento que ellos apoyarían políticamente el golpe.

Tema de conversación fue las preguntas que me hizo sobre la gente que estaba detenida, que como estaban, que si los golpeaban, que si los disparos que sentía al interior habían provocado alguna muerte, que si habían comido algo, estaba con la necesidad de saber todo, aunque su propia situación era más grave que la nuestra y éramos nosotros los que teníamos miedo por él, se le salía por todos los poros su condición humanista a pesar de estar cerca de su propia muerte.
Cuando se refería a los demás tenía una actitud de preocupación paternal y de protección, incluso en estas condiciones en que el mismo se encontraba, seguía siendo la persona buena, solidaria y comprometida con sus sueños y pensando en los demás como extensión de esos sueños.
Era de tal profundidad su grandeza, expresada en sus obras y en su estructura intelectual, que se mantenía intacta pese a estar, en esos momentos, su propia vida brutalmente amenazada por la bota militar.

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