Translate

jueves, 28 de marzo de 2013



“Cholchol o Trol trol” significa tierra de Cardos en mapudungun o mapuzugun como prefieren llamarlo los entendidos en ésta lengua compleja, que nació sin escritura.




Está a 28 kilómetros de Temuco, la capital de la región de la Araucanía. Para llegar a Cholchol hay que tomar en el terminal de buses rurales de Temuco un bus de la empresa “Huincabus”, Huinca es todo ser humano no mapuche. Por lo que se entiende que en este bus llegan al pueblo los no mapuches, aunque muchos de ellos, si lo son; se trasladan a Temuco cuando van a los colegios, universidades, o a comprar todo lo que no existe en Cholchol o a vender lo que en Temuco lamentablemente no tienen, como moras, arándanos, frambuesas, quesos, papas, trigo, y otras cosillas.
Cholchol es un cuadrante de 16 por 7 calles, las cuales se acuestan cercanas al río cristalino y generoso en aguas que lleva el mismo nombre de la ciudad. Tiene una pequeña plaza de armas con araucarias y otros árboles, una biblioteca, un centro de salud, muchas carnicerías donde principalmente se vende cordero. Más de 100 cantinas o bares donde sólo entran los hombres del pueblo. Tiene también 3 supermercados uno de ellos con reggeton y rancheras a altos decibeles para que la gente se anime a comprar y también algunas tiendas menores de alimentación, bazar, artículos escolares, ciber café y comida para mascotas y un correo al que hay que ir a buscar las cartas.
Existen también aserraderos o barracas donde llega la madera residual de las plantas forestales de la zona, donde se regala o tira el aserrín para mi gato y su generoso baño.
Las gentes de Cholchol, son observadoras y silenciosas, en su mirada hay un sufrimiento que puede traspasar generaciones, tienen un frío acumulado de muchos inviernos y lluvias del llanto que baña los bosques que rodean la pequeña ciudad o que son los hermanos de los árboles muertos para hacer la ciudad, si se quiere decir así.
Las gentes de Cholchol son en su mayoría de origen Mapuche, muchos de ellos y ellas visten sus trajes típicos, los domingos incluso van las mujeres milenarias con sus adornos de plata viva y cintas de colores en el pelo. Muchos mapuches, visten de jeans y zapatillas, muchos mapuches, llevan audífonos y celular y los más jóvenes se sientan en la plaza o en las dependencias de la municipalidad con sus portátiles a ver su Facebook con el guaifai que se capta allí.
De lunes a viernes Cholchol tiene una vida activa, muy comercial, y sobre todo llena de estudiantes y de trabajadores que van y vienen del campo y de otras ciudades como Nueva Imperial o Galvarino desde donde se traen ovejas amarradas en la parte de atrás de la camioneta o donde pasan los camiones llenos de troncos de árboles que ya han perdido su vida para transformarse en calor o en papel. El viernes se van los estudiantes que se alejan de sus aulas y camas de internado para volver a Temuco o a sus pueblos cercanos, incluso a su trabajo en la tierra o a sus animales. El viernes y todos los días se van los funcionarios municipales a Temuco, que casi siempre deciden por los habitantes de TRO TROL sin vivir en él.
El terminal de Cholchol es pequeño, tanto que sólo caben dos buses. Hay baños “Damas y Varones” y una ventanilla con una mujer de gafas o lentes que está muy aburrida. Frente al
Frente al terminal y siempre muy atareado está un señor o caballero con un carrito (Triciclo) lleno de golosinas, helados, maní, cubos y refrescos amarillos para los viajeros que esperan. Los buses tienen un horario que rara vez se cumple. Nadie hace fila al subir, pero tampoco nadie se empuja ni desespera, casi nadie habla en ese momento, observadores y tranquilos de subir solamente. No pagan, se sientan nomás. Los escolares o en general la gente joven no se sienta, le da el asiento a las madres con niños y a los adultos muy mayores. Sino, viene el acompañante del Chofer “auxiliar” a sacarlos de sus asientos para dárselos a los abuelos o mujeres.
El bus sube una cuesta lenta cargada de gente que no mira a ninguna parte, que mira diez mil veces los mismos paisajes. Incluso a veces duerme. Las abuelitas llevan blusas con vuelitos y prendederos de bronce o plata, bien perfumadas con colonias que se lleva el viento. Pies juntos, mirada de aceituna y arrugas de terciopelo. Pequeñas, reducidas, pacientes y intuitivamente valientes. Pagan al bajar.
Los hombres de Chochol, miran con detenimiento, primero los pechos, después el culo, miran con ganas, miran algunos disimulados, otros se atreven a silvar o hacen sonar sus labios como quien llama un animalito. Otros saludan educadamente, o le dicen a una que está hermosa.
Se asustan cuando una mujer les dirige la palabra, se turban, algunos responden, los más jóvenes sonríen. Los hombres de Cholchol, salen de noche, van a las cantinas, se emborrachan mucho desde temprano, uno que otro duerme en el puente borracho perdido con la manita de almohada.
Las mujeres de Cholchol son silenciosas, muchas de ellas se ponen frente a la plaza con sus productos. Traen queso fresco, semillas, papas, zapallos italianos gigantes, semillas, harina tostada, miel, y arándanos. Moras recolectadas y ropa usada que viene de Norteamérica. Venden huevos duros y sopaipillas.
Las mujeres de Cholchol, van bien peinadas, ropa cerrada y chaleco que casi nunca se sacan por los momentos fríos que atacan a ratos. Se ríen entre ellas, algunas intercambian productos, se preguntan detalles de cómo se hizo el queso, de la cosecha, del tiempo infinito.
Muchos hombres y mujeres vienen de las zonas no urbanizadas de Cholchol a hacer gestiones a la “muni”, esperan desde que todos los gallos de la zona gritaran fervorosos (05:30 am) a los funcionarios que bajan de huincabus o de sus modernas camionetas from Temuco. Rosadas las gentes esperan ser atendidos; problemas, subsidios, becas, terrenos, tierras, retroescabadoras, maquinaria, riego, animales, cercos, plazos, horario y no, son palabras muy oídas en esta municipalidad.
Camino al único colegio municipal, huelo la madera quemada, el cielo abierto, celeste y de nubes gordas y blancas. En el colegio hay una directora muy atareada, de gafas amarillas pelo largo despeinado, ceño fruncido, muy preocupada, sus huestes no funcionan, sus gentes (mucha) no saben mucho, nada parece funcionar en el colegio. La bibliotecaria no hace su trabajo dice. La biblioteca es del tamaño del baño del terminal de buses, tiene libros escolares, muchos diccionarios, algunos cuentos muy bien ilustrados institucionales por cierto (osea del ministerio de educación). Globos terráqueos apilados sobre las
estanterías,con el eje de la tierra descentrado (literalmente). Bibliotecaria orgullosa de su antena guaifai conversa tranquila y rosadamente con otra mujer de gafas que no está preocupada. Caminamos por el colegio, medias aguas instaladas el suelo árido. (Construcción de madera básica en Chile de unos pocos metros, destinadas a emergencias provisionales permanentes)
Esas son las aulas, de algunas sale la chimenea o salamandra que abriga en invierno a los 9 alumnos por sala. Niñas de pelo largo, abrigadas, llenas de miradas infinitas, sonríen. Me sonríen desde lejos, me veo a mi misma. Retrocedo en el tiempo.
Niños grandes de unos 8 años en cursos de niños de 6, dicen “retraso mental”, “Fracaso escolar”, “Bajo rendimiento”. “Estos niños escuchan puro Reggeton”.
Felipe, pasa por el pasillo, tiene 9 años, aprovecha de abrazarnos afectivamente, pregunta rosadamente y se pone nervioso, recuerda que va al baño y nos cuenta que hace un rato unos niños le pegaron.
Los profesores del cole, no son profesores, son profesoras, un solo hombre está en la sala que ellos usan. Hace matemáticas, en realidad todos hacen de todo. Una mujer sonriente, amigable, hace educación intercultural, me quedo con su cara. La guardo para hacerle todas las preguntas que me quedan por hacer, que son muchas.
Mujeres de dientes de oro, sonríen. Observan mi ropa, mis zapatos, no me escuchan mucho cuando les hablo, ellas están en su hora de “colación” ellas comen y se despiden.
Camino a casa, observo el horizonte, amplio, lleno de aire puro. Si, puro…por la noche todas las estrellas del mundo están en Cholchol. Se mueven algunas, satélites dicen algunos temerosos de otros seres. Estrellas fugaces también. Esas son con deseos, que a mi gente no le falte, pienso en mi madre, en sus pasos por Barcelona, pienso en Rocío, en sus pasos presurosos y la angustia en Madrid. Pienso en Tamara y su aula en Santiago. Pienso en Edgardo esperando el autobús con nieve hasta los tobillos. Pienso en mi padre, colgado de no sé dónde y sólo unos carteles enormes. Pienso en mi vida, aquí donde están los Cardos, que no he visto.



Estrella Vidal Salinas.
(mi hija)





No hay comentarios: